Nunca imaginé que un país podría cambiar mi vida por completo hasta que me mudé a Islandia. En 2016 decidí dar un salto al vacío: dejar mi zona de confort y aventurarme a trabajar en la tierra del hielo y el fuego, ese rincón del mundo que parecía tan lejano y misterioso. Lo que comenzó como un proyecto temporal se convirtió en una historia de amor eterno con este lugar único, tanto es así que me quedé. Aquí te cuento cómo fue mi experiencia en Islandia, los momentos que me marcaron para siempre y por qué creo que todo el mundo debería visitar esta tierra mágica.

Mi primera impresión: El Círculo Dorado y el Sur de Islandia
Llegué a Islandia con la misma ruta que suelen seguir la mayoría de los turistas: explorar el famoso Círculo Dorado y el sur del país. Como era de esperar, estas maravillas me dejaron completamente sin palabras. Desde la fuerza imponente de la cascada Gullfoss hasta los géiseres, que parecen respirar desde el corazón de la tierra, cada rincón del recorrido me hizo sentir diminuta en comparación con la grandiosidad de la naturaleza.
Fue precisamente en ese momento, mientras contemplaba la aurora boreal más grande que he visto en mi vida, cuando comprendí que Islandia era un lugar especial. Era marzo, y el cielo, como si de una obra de arte se tratase, pintaba pinceladas de verde y púrpura que bailaban mágicamente sobre mí. Nunca olvidaré esa sensación indescriptible de estar completamente conectada con el universo.
Mi vida en un rincón escondido: Borgarfjordur Eystri
Después de recorrer los lugares más conocidos y tener mi primera toma de contacto con la isla, me trasladé a un pequeño pueblo llamado Borgarfjordur Eystri para trabajar en un country hotel, el Alfheimar. Este lugar cambió todo para mí. Llegué en un momento de calma, antes de la apertura del hotel en abril. Durante un mes entero, apenas vi a nadie. Es increíble cuando uno tiene tiempo para estar con uno mismo. Aprendes a escucharte, entenderte y sentirte presente en el mundo.
En esa soledad aprendí a escuchar la naturaleza. Pasaba mis días recorriendo el fiordo, esperando la llegada de los frailecillos, que en primavera llenan el lugar con su peculiar belleza. Con el paso de los días coincidí con más locales y participé en algunas de sus costumbres, como la fiesta de la sopa de pescado en el puerto del fiordo. Sin duda la mejor que jamás he probado.

La conexión con la naturaleza: aventuras y desafíos
No todo fue calma y tranquilidad. Un día, mientras cruzaba montañas cercanas con unos amigos para ir a un partido de futbol, una tormenta de nieve nos atrapó. Tuve que esperar a que el equipo de rescate nos encontrara. Fue una experiencia intensa, pero también una lección sobre la fuerza y el carácter indomable de la naturaleza islandesa. Como siempre digo, en Islandia uno se da cuenta de que la naturaleza va por delante, por mucho que nos empeñemos en lo contrario ¿Y sabéis qué? Es genial aprender y asumir que no siempre podemos controlarlo todo.
Sin embargo, fueron esos momentos de incertidumbre los que hicieron que me enamorara aún más de esta tierra. Aprendí a respetar su poder y a admirar la forma en que los islandeses se adaptan a ella, con calma y resiliencia.

Descubriendo la cultura islandesa: amigos, música y comida
En Borgarfjörður Eystri, no solo conecté profundamente con la naturaleza, sino que también me sumergí de lleno en la cultura islandesa. Durante mi estancia, tuve el privilegio de asistir al Bræðslan Music Festival, un evento único que reúne los sonidos más auténticos de Islandia. Bailé bajo la mágica luz del Sol de medianoche, ese fenómeno fascinante del verano islandés, en un escenario que parecía salido directamente de un cuento de hadas.
Además, allí hice amigos, tanto islandeses como extranjeros, que compartieron conmigo no solo sus tradiciones y relatos, sino también su generosidad y pasión por la comida. Gracias a ellos, aprendí a preparar recetas tradicionales islandesas, desde la deliciosa sopa de pescado hasta el cordero más tierno. Hoy en día, sigo cocinando mi plato favorito, el plokkfiskur, una receta que preparo siempre para familia la noche de mi cumpleaños. Es mi manera de revivir esos momentos inolvidables y compartir un pedacito de Islandia con quienes más quiero.

Por qué creo que todo el mundo debería visitar Islandia
Islandia no es solo un lugar para visitar, sino que también es un país que se vive con el alma. En cada rincón de este maravilloso destino, encontré paz, aventura y una conexión profunda, tanto con la naturaleza como con las personas.
Por eso, si estás buscando un destino que realmente te cambie la vida, un lugar donde cada paisaje parece salido de otro mundo y donde cada experiencia te hace sentir más vivo que nunca, entonces Islandia es el lugar que necesitas. Desde las auroras boreales, que iluminan el cielo como un espectáculo único, hasta los acogedores pueblos que te abrazan con su calidez, todo en este país te invita a explorar, reflexionar y descubrir algo nuevo, no solo del lugar, sino también de tu propia esencia.

Conclusión:
Mi historia de viaje a Islandia es más que un simple relato de lugares y experiencias; es, además, un testimonio del poder transformador de este país. Lo que comenzó como una simple aventura de trabajo pronto se convirtió en el inicio de un amor eterno por su gente, su naturaleza y su cultura.
Por eso, si estás pensando en visitar Islandia, mi consejo es que lo hagas sin dudarlo. Atrévete no solo a explorar, sino también a conectar con este país único y a crear tus propias historias inolvidables. Y, cuando lo hagas, o incluso si ya has tenido la suerte de vivir esta experiencia, no dudes en compartírmela en los comentarios. Me hará muchísima ilusión leerlas y, además, será una manera de seguir compartiendo juntas la magia incomparable de Islandia.